El cruce del primer umbral
Con las personificaciones de su destino para guiarlo y ayudarlo, el héroe avanza en su aventura hasta que llega al “guardián del umbral”, a la entrada de la zona de la fuerza magnificada. Tales custodios protegen al mundo en las cuatro direcciones, también de arriba abajo, irguiéndose en los límites de la esfera actual del héroe u horizonte vital. Detrás de ellos está la oscuridad, lo desconocido y el peligro; así como detrás de la vigilancia paternal está el peligro para el niño, y detrás de la protección de su sociedad está el peligro para el miembro de la tribu.
La aventura es siempre y en todas partes un pasar más allá del velo de lo conocido a lo desconocido;
las fuerzas que cuidan la frontera son peligrosas; tratar con ellas es arriesgado,
pero el peligro desaparece para aquel que es capaz y valeroso.
El templo interior, (...) la tierra celeste, detrás, arriba y debajo de los confines del mundo, son una y la misma cosa. Por eso las proximidades y entradas de los templos están flanqueadas y defendidas por gárgolas colosales: dragones, leones, exterminadores de demonios con espadas desenvainadas, genios resentidos, toros alados. Estos son los guardianes del umbral que apartan a los que son incapaces de afrontar los grandes silencios del interior.
Alegóricamente, pues, la entrada al templo denota (...) el acto que es el centro de la vida, el acto que es la renovación de la vida.
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