Hay personas en quienes un accidente cerebral se traduce en una
transformación positiva de su vida al descubrirles talentos inesperados y
sobresalientes, un fenómeno que pone de manifiesto la posibilidad de
que la normalización social obstruya la manifestación de capacidades que
todos tenemos.
Usualmente el daño cerebral se traduce,
cuando no en la muerte, en la pérdida a veces irreversible, total o
parcial, de habilidades fundamentales como el habla, la capacidad
motriz, la memoria y otras cuya falta altera la vida normal de una
persona.
Sin embargo, hay un puñado de casos
extraordinarios en que el daño cerebral fue el detonante de habilidades
sorprendentes, cercanas al virtuosismo, que convirtió a individuos
comunes y corrientes en genios de un ámbito determinado con un talento
inigualable, una ganancia inesperada que disciplinas como la
neurociencia y otras afines no pueden explicar cabalmente.
El llamado síndrome del savant
(palabra de origen francés que en inglés se utiliza sobre todo en su
acepción de “sabio”) es una condición médica ampliamente documentada en
la que una persona de capacidades cognitivas empobrecidas tiene, en
contraste, una habilidad que excede lo habitual, especialmente en cinco
ámbitos que parecen cubrir el espectro de este síndrome: el artístico,
el musical, el del cálculo calendárico, las matemáticas y las
habilidades especiales.
Como en la mitología griega, en que los
dioses daban a los hombres capacidades extraordinarias solo a cambio de
quitarles algo —Casandra, por ejemplo, recibió el don de la predicción,
pero nadie le creía—, estos hombres parecen haber sido objeto de un
intercambio secreto y difícil de saber si es o no justo, pierden algo
para encontrar otra cosa.
Estos son algunos ejemplos de personas en quienes el daño cerebral transformó su vida pero, para su suerte, positivamente.
Derek Amato: un
accidente que derivó en una conmoción cerebral severa le reveló la
habilidad para tocar el piano. Según ciertas hipótesis, después del
trauma su cerebro se organizó de tal modo que permitió a Amato acceder
consciente y voluntariamente a su memoria musical. Otra sugiere que su
cerebro carece de percepción sensorial y, por lo tanto, le permite
escuchar notas aisladas en vez de melodías.
Alonzo Clemons: una
herida craneal en sus primeros años descubrió para Alonzo el hasta
entonces desconocido talento para esculpir animales con sorprendente
precisión y velocidad.
Jon Sarkin: una
hemorragia y una embolia permitieron a este pintor, según su propio
testimonio, entender el mundo desde una perspectiva más vívida, lo cual a
su vez encontró una expresión singular en su estilo artístico.
En todos estos casos la adquisición
súbita y aparentemente inexplicable de talentos ha sido rastreada por
médicos y científicos especializados sin mucho éxito. Investigaciones
recientes han sugerido la existencia de un defecto más o menos congénito
y constante en el hemisferio izquierdo del cerebro de los savants,
en particular una inactividad anormal en los lóbulos temporales
anteriores que, en combinación con la neuroplasticidad propia de dicho
órgano (ese mecanismo sorprendente de la adaptación cerebral que provoca
la transformación sostenida del área cortical en tanto se aprendan,
desarrollen y practiquen nuevas habilidades), podría explicar el
surgimiento de talentos desconocidos. Al menos esas son las conclusiones
a las que ha llegado Bruce Miller, director del Centro de
Envejecimiento y Memoria de la Universidad de California en San
Francisco.
Pero lo más sorprendente es que en el caso de los savants
“por accidente”, parece ser que las supuestas habilidades inesperadas
siempre estuvieron ahí pero obstruidas por la preeminencia de las áreas
del cerebro que controlan la lógica, la comunicación verbal y la
comprensión.
Esta teoría es interesante porque de
algún modo pone en duda la utilidad de ciertos desarrollos
civilizatorios caracterizados por la normalización y la homogeneización.
La sociedad tiene mecanismos que, en efecto, hacen posible la vida en
común gracias a la fijación de ciertos elementos que todos compartimos,
pero desde otra perspectiva también acaba con la singularidad que no es
innata.
Quizá la utopía de una sociedad de
artistas, de personas creativas con talentos irrefrenables —y en qué
ámbitos más civilizatorios que el arte, la música, las matemáticas— esté
ahí, pero oculta detrás de los gruesos barrotes de la programación
social.
http://pijamasurf.com/2013/02/dano-cerebral-traducido-en-talento-personas-que-se-volvieron-prodigios-luego-de-accidentes-fatales/
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