Prof. Gerardo Regos Abecais
Este trabajo, es continuidad del presentado ayer por el Lie. G. Pietra, quien abordó el tema desde la perspectiva del psicoanálisis. Yo lo haré, desde el rol "docente", o bien de quien transmite una actividad artística. Por lo tanto, no hablare de patologías, ni líneas terapéuticas, solo mostrare el desarrollo logrado en este as¬pecto (artístico) por una participante del taller.
Aproximaciones al retrato
Desde hace aproximadamente dos años, M. concurre al ta¬ller, con algunos periodos de inasistencia, pero con una produc¬ción sostenida apartir de esta producción, en determinado mo¬mento de su concurrencia, comienza a lograr una mayor calidad desde lo técnico, pero mucho más desde lo expresivo, a tal punto que la lleva a ganar un reconocimiento en un concurso realizado por la Clínica de Banfield.
Viendo que las producciones del taller en general crecían, un día el LiC. Guillermo Pietra (mi compañero) y yo decidimos encarar a modo de proyecto, una búsqueda de estilos entre los par¬ticipantes, para que de esta forma pudiéramos encausar dicha producción.En las fotos de M. encontramos la continuidad, en el retrato. Desde sus comienzos hasta hoy, M. cierra sus series con uno o más retratos, que siempre son lo más significativo de sus fotos.
A partir de esto empezamos a agruparlos para observarlos separados del resto de las imágenes: una niñera y un niño en la plaza; una señora mayor ofreciéndole una inmensa sonrisa; una vendedora de verduras en la calle, tomada desde el .lugar de la nobleza del trabajo; dos mujeres centroamericanas con una mirada profunda y fuerte; etc. Mujeres, solo mujeres.
M. es insegura en todo lo que hace, ansiosa, y demanda atención a la hora de hacer fotos, habla permanentemente de su necesi¬dad de irse antes del taller por variados motivos, pero todos ellos relacionados con una gran dependencia, ya sea de sus hijos, como de su ex pareja, en el primer caso una dependencia de tipo afectiva, en el otro económica. Se la ve triste y nunca demasiado arreglada manteniendo siempre un perfil bastante bajo.
Ahora bien, ¿qué relación tiene M., con sus retratos?
La fotografía es sólo imagen, sólo reflejo, un congelado de imágenes vistas a través de espejos y cristales. Un reflejo congelado, un resto. Resto como aquello que queda de una operación matemática en la que se suman y sustraen cosas.
Seguramente cuando nos referimos a fotografías de objetos esta operación es sencilla, se ponen y se quitan cosas y cosas son los restos:
COSA + COSA - COSA =COSA
Ahora bien ¿que sucede cuando lo que fotografiamos soa personas? Seres, seres aquellos del cogito cartesiano. Aquí plantearnos el hecho de representar el ser es la meta, el ser como individuo, como ente único, tal vez un mas allá de la imagen.
Pero en esta sentencia Descartes omitió el cuerpo y si hablamos de imágenes solo es el cuerpo el resto para ellas.
Volvamos por un momento a las matemáticas y a los espejos, que son componentes importantes del acto fotográfico. Y que tenemos entonces?
Ser = X o bien, un sujeto y su reflejo invertido y para ambas,
un mismo resultado:
ser = res (del latín .= cosa)
En la búsqueda del ser encontramos el res, que es un resto de lo que ya no será.
Esto es solo la primera parte del asunto, ya que aquello que no es visible a la cámara, tampoco lo será a nuestros ojos y quizás a ninguno de nuestros sentidos. Y es aquí donde aparecen las primeras definiciones, ya que es aquí donde la cámara invierte la posición del espejo entregándonos la superficie pulida hacia nuestra mirada.
Solo llegaremos al otro, hasta donde el otro quiera que lleguemos, y en esta operación que exige de las voluntades mutuas, los resultados son siempre subjetivos.
Porque digo entonces que el espejo invierte su posición? porque es aquí donde la operación matemática también vuelve a invertirse y del res del otro nos enfrenta a nuestro propio ser.
Dé la imagen del otro solo quedara el resto, la cosa, el ser devenido en objeto, pero este objeto único será por obra de la intervención del realizador de la imagen y solo a través de él.
Inclusiones y omisiones, referencias y connotaciones quedaran a cargo del realizador, y de lo que sus sentidos dan cuenta, sentidos que parten alineados desde su propio ser.
En la fotografía, el retrato de sujetos es desde su origen el más frecuente de los usos, representaciones que en muchos casos tienen por búsqueda la certificación de un hecho. Por su realismo, la imagen fotográfica se muestra como testigo de presencia, pero no solo de la presencia del sujeto fotografiado, sino como presen¬cia del realizador de la imagen.
A todo lo dicho deberíamos agregar el dato del tiempo, que es otro de los elementos que compone la fotografía, ya no como parte de la mecánica de la toma, sino como uno de los elementos más relevantes de su trascendencia.
Este tiempo, que en el pensamiento fotográfico siempre se lo observa desde el congelar aquel momento en que la imagen fue tomada, que además, en la mayoría de los casos es tomado con cierta nostalgia, es también el tiempo del realizador como sujeto, tiempo como espacio y tránsito de vida.
Esta interrelación es a mi juicio el lugar más importante del retrato, ya que involucra los afectos y efectos, y por lo tanto acarreará connotaciones del orden de una subjetividad histórica de los involucrados.
Y esta interrelación existe, solo y en tanto desde el realizador de la imagen se plantee una posible re-invención del cuerpo del sujeto, re-invención que lo incluye desde su subjetividad, sobre ese cuerpo que es resto per se pero a la vez también sujeto que acepta el intercambio.
Hace un par de meses M. me pidió que la asesore en la compra de una cámara fotográfica, ya que una amiga viajaba al exterior donde son más económicas...etc. Se la ve más activa, segura y apropiada del espacio.
Desde ese día M. ha comenzado una de sus nuevas interrupciones al taller.
Hasta aquí entonces el trabajo original
Algunos meses después, y a poco de haber entregado el abstract de este trabajo, M. regresó al taller. En primera instancia, lo que pensé fue "ok, escribamos otra cosa” su ausencia se debió a que durante las vacaciones en casa de sus padres, tuvo que ser internada por una descompensación medicamentosa.
M. llego con su carpeta bajo el brazo, ya que la había llevado para mostrar a su familia en Entre Ríos, y dentro de ella una carta que lee por primera vez, en el taller. La carta había sido escrita por su padre, quien la felicitaba por sus logros y su dedicación en la fotografía, con palabras verdaderamente emotivas.
El reencuentro con M. no fue solo con ella, sino también con sus antiguos síntomas.
Recordé en ese momento un dibujo que Guillermo hizo en una servilleta el día que nos vimos por primera vez. El dibujo graficaba su forma de trabajo en los talleres con pacientes psicóticos. Se trataba de una línea, que volvía sobre sí y continuar, para volver sobre todo el dibujo y continuar nuevamente.
En los talleres siguientes se fueron notando los cambios de M.
La estética que había logrado, seguía allí, contó que fotografiaba mujeres porque las consideraba su competencia, aquellas que le habían sacado a su marido.
También dijo que comenzaría a trabajar en sus retratos con hombres y niños. Y lo hizo.
Se trató de retratos y niños que trabajan en la calle, y al ha¬blar de ellos refirió que se identificaba con sus personajes, porque era el tipo de trabajos a los que ella podía aspirar.
Mujeres fuertes y admiradas, hombres devaluados...
Hoy M. nos pide puntualidad, y se queda hasta el final de la clase.
Hoy creo que la línea del dibujo continúa su recorrido.
Decía Henry Miller: "... este es un autorretrato que muestra solo las partes que faltan”