Las potencialidades del blanco se encuentran en todos los metales, elementos químicos y todas las demás sustancias. Aunque el platino y la plata han sido atribuidos al "rayo blanco", en realidad éste no es emolumento exclusivo de ninguno, sino que por el contrario es la suma de todos. El blanco es verdaderamente el architransmutador de todos los metales y de los hombres —una manifestación del Padre en el Universo—, el todo contenedor.
El mejor cristal o lente para usarse en el tratamiento de enfermedades debe estar hecho de cuarzo, que transmite todos los valores de la luz solar blanca en el espectro.
Características y efectos del blanco: El rayo blanco no es un rayo en el sentido de los rayos de color de los que hemos estado hablando: es una reunión de todos los siete rayos —una mezcla perfecta del espectro que produce la luz blanca original—. El blanco tiene la facultad de elevar y dinamizar cualquier rayo de color, y de transmutar ese rayo hasta la cúspide de sus potencialidades características.
Así, el blanco puede compararse con la electricidad que fluye dentro de un bulbo coloreado, el cual incrementa su resplandeciente luminosidad conforme se hacen pasar a través de él voltajes más elevados, lo cual ofrece por lo tanto grandes poderes a la per- cepción humana, haciendo que todos los objetos circundantes se aclaren. Similarmente, la luz cósmica blanca que fluye dentro del bulbo de la conciencia colorea nuestra perspectiva de acuerdo con nuestro rayo particular, y eleva y expande nuestra luz áurica, extendiendo nuestros poderes de percepción de nuestro interior y de las realidades cósmicas.
Espiritualmente, la luz blanca es la radiación divina del padre del cosmos, el Logos. Es la luz de la conciencia crística, el poder supremo, de la pureza y de la perfección, el poder curativo original. Es la luz del estar aquí ahora con la fuente de la vida.
Hay una profunda relación entre el hijo espiritual de Dios (el Cristo) y el así llamado Sol físico de nuestro sistema zodiacal. Así como el hijo divino era (y es) un centro focal de la inteligencia de la vida de Dios, así también el Sol es uno de los centros focales dinámicos de la energía divina. El hecho de que nuestro Sol y su sistema solar sea sólo uno dentro de la inmensidad de otros soles y sistemas solares más grandes que el nuestro, no disminuye esta maravillosa relación. Después de todo, cada individuo tiene al Hijo de Dios despertando dentro de su propio sistema microcósmico una réplica del sistema macrocósmico exterior, y hay muchos millones de almas y por lo tanto muchos millones de micro-universos.
Cuando en el cénit de la conciencia humana percibimos la reflexión de la divina luz cósmica, en nuestras almas experimentamos un sentimiento de caída de todo lo que es escoria, una transmutación de todos nuestros elementos terrenales, los cuales son causa de enfermedades. Esta realización es posible sólo identificándonos a nosotros mismos completamente con la luz blanca natural de la conciencia crística,
lo cual hará que todas las condiciones negativas sean limpiadas de nuestra conciencia, y por lo tanto también de nuestros cuerpos inferiores. Todas las sombras de enfermedad se disuelven conforme todas las células del cuerpo son purificadas con la flama blanca de resplandeciente poder.
Aún más, en tan grandes momentos en nuestras vidas se nos permite recibir, pero grandemente disminuida o transformada, la potencialidad del gran rayo blanco. Su fuerza dinámica completa podría destrozar completamente la estructura atómica de nuestros cuerpos en nuestro actual estado de evolución. Sin embargo, el destello o reflexión de este rayo dinámico es otorgado a nosotros aparece como el más tremendo y resplandeciente poder que posiblemente podríamos concebir o comprender.
El mejor cristal o lente para usarse en el tratamiento de enfermedades debe estar hecho de cuarzo, que transmite todos los valores de la luz solar blanca en el espectro.
Características y efectos del blanco: El rayo blanco no es un rayo en el sentido de los rayos de color de los que hemos estado hablando: es una reunión de todos los siete rayos —una mezcla perfecta del espectro que produce la luz blanca original—. El blanco tiene la facultad de elevar y dinamizar cualquier rayo de color, y de transmutar ese rayo hasta la cúspide de sus potencialidades características.
Así, el blanco puede compararse con la electricidad que fluye dentro de un bulbo coloreado, el cual incrementa su resplandeciente luminosidad conforme se hacen pasar a través de él voltajes más elevados, lo cual ofrece por lo tanto grandes poderes a la per- cepción humana, haciendo que todos los objetos circundantes se aclaren. Similarmente, la luz cósmica blanca que fluye dentro del bulbo de la conciencia colorea nuestra perspectiva de acuerdo con nuestro rayo particular, y eleva y expande nuestra luz áurica, extendiendo nuestros poderes de percepción de nuestro interior y de las realidades cósmicas.
Espiritualmente, la luz blanca es la radiación divina del padre del cosmos, el Logos. Es la luz de la conciencia crística, el poder supremo, de la pureza y de la perfección, el poder curativo original. Es la luz del estar aquí ahora con la fuente de la vida.
Hay una profunda relación entre el hijo espiritual de Dios (el Cristo) y el así llamado Sol físico de nuestro sistema zodiacal. Así como el hijo divino era (y es) un centro focal de la inteligencia de la vida de Dios, así también el Sol es uno de los centros focales dinámicos de la energía divina. El hecho de que nuestro Sol y su sistema solar sea sólo uno dentro de la inmensidad de otros soles y sistemas solares más grandes que el nuestro, no disminuye esta maravillosa relación. Después de todo, cada individuo tiene al Hijo de Dios despertando dentro de su propio sistema microcósmico una réplica del sistema macrocósmico exterior, y hay muchos millones de almas y por lo tanto muchos millones de micro-universos.
Cuando en el cénit de la conciencia humana percibimos la reflexión de la divina luz cósmica, en nuestras almas experimentamos un sentimiento de caída de todo lo que es escoria, una transmutación de todos nuestros elementos terrenales, los cuales son causa de enfermedades. Esta realización es posible sólo identificándonos a nosotros mismos completamente con la luz blanca natural de la conciencia crística,
lo cual hará que todas las condiciones negativas sean limpiadas de nuestra conciencia, y por lo tanto también de nuestros cuerpos inferiores. Todas las sombras de enfermedad se disuelven conforme todas las células del cuerpo son purificadas con la flama blanca de resplandeciente poder.
Aún más, en tan grandes momentos en nuestras vidas se nos permite recibir, pero grandemente disminuida o transformada, la potencialidad del gran rayo blanco. Su fuerza dinámica completa podría destrozar completamente la estructura atómica de nuestros cuerpos en nuestro actual estado de evolución. Sin embargo, el destello o reflexión de este rayo dinámico es otorgado a nosotros aparece como el más tremendo y resplandeciente poder que posiblemente podríamos concebir o comprender.
Bajo este rayo, contenedor pleno de la conciencia crística, toma lugar toda salud a través de la fe, tales como las testimoniadas en Lourdes y en Milton A.bbey, donde más adelante en el alma sanada morará una gran realización de la belleza esencial del mundo de Dios para los hombres.
La luz blanca de los planos superiores es verdaderamente un maná divino capaz de vitalizar toda cosa viviente. Puede ser usada para vitalizar el agua por un esfuerzo del poder de la voluntad.
La luz blanca de los planos superiores es verdaderamente un maná divino capaz de vitalizar toda cosa viviente. Puede ser usada para vitalizar el agua por un esfuerzo del poder de la voluntad.
"Las 7 claves de la cormoterapia"
Roland Hunt